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jueves, marzo 06, 2008

La guerra de Chávez


Con unos índices de popularidad en horas bajas, una inflación acuciante y un grave problema de inseguridad en las calles del país, el gobernante venezolano, Hugo Chávez, atraviesa uno de sus momentos más preocupantes. El 2 de diciembre la voluntad popular detuvo la Constitución socialista pretendida por el caudillo, un paso más hacia una dictadura asentada en barriles de petróleo. Desde entonces, el presidente de Venezuela ha dado continuas muestras de desesperación. Sus planes para conquistar todos los resortes del poder se han frenado momentáneamente y su influencia en la zona parece haber alcanzado un límite. Chávez sabe que atraviesa un momento crucial y que es preciso un golpe de efecto que reconduzca su liderazgo. Quizá una guerra.

La estrategia de este dirigente estrafalario se ha caracterizado siempre por la provocación y el insulto gratuito. Está ávido de enemigos, obsesionado con fabricar una amenaza exterior que sirva para unir al país bajo el patriotismo fanático y que proporcione una salida a un régimen que ha empezado a morir lentamente.

Chávez necesita una guerra y no quiere esperar a tener un motivo. La incursión ilegal del Ejército colombiano en territorio ecuatoriano para matar a Raúl Reyes, número 2 de las FARC, ha servido de pretexto para desplazar a cinco mil militares a la frontera.

Hasta el momento, la comunión ideológica entre el caudillo venezolano y las FARC le había servido a Chávez para manejar los tiempos en una zona cada vez más inestable. Sus contactos con los guerrilleros facilitaron la liberación de algunos secuestrados y le permitieron sacar pecho ante la comunidad internacional. Ahora, la policía colombiana dice haber descubierto documentos –en posesión de Reyes- que delatan la financiación de Caracas a los narcoterroristas y el apoyo encubierto del presidente ecuatoriano Rafael Correa, apadrinado por el petróleo venezolano. De ser ciertas las acusaciones, delatarían la intención de Chávez y sus socios de desestabilizar a su vecino mediante el patrocinio de secuestros y asesinatos, lo cual no es especialmente sorprendente. Todos ellos, terroristas y dirigentes de la órbita chavista, parecen salidos de la misma ciénaga ideológica: la izquierda más apolillada e irracional, implacable para alcanzar el poder aunque para ello deba pervertir los principios que dice defender. Una guerra abierta en la zona sería una enorme tragedia para todos excepto para Chávez y su proyecto anacrónico. Es su última esperanza para asirse al poder durante décadas.

jueves, febrero 21, 2008

Cuba encara el futuro


La renuncia de Castro a la presidencia cubana ha abierto un nuevo período histórico en la isla, sumida en un siniestro paréntesis desde 1959, y congelada en el tiempo desde el inicio de la década de los 90. Los corresponsales de la prensa internacional en La Habana aseguran que el cambio no se aprecia en las calles. Los ciudadanos afrontan el relevo casi con indiferencia y asumen que el régimen continuará, encarnado ahora en una nueva generación de tiranos. Medio siglo de dictadura acaba por malear la conciencia colectiva, en una sociedad en la que más de dos tercios de sus componentes no han conocido otro gobierno que el de Castro.

Sin embargo, algo parece haberse movido en la isla desde que, en julio de 2006, el ahora “compañero Fidel” anunciase su paso a un segundo plano y otorgase al mando a su hermano Raúl. El discurso oficial ha admitido la necesidad de plantear algunas reformas "estructurales y conceptuales" y muchos cubanos han expresado las inquietudes de un pueblo sujeto a prohibiciones caprichosas, responsables en gran medida del empobrecimiento del país. El 18 de febrero de 2008 abrió la puerta a un tiempo de esperanza en el que se afrontarán cambios políticos y económicos. Pensar en una transición a la democracia puede ser excesivamente optimista, pero los nuevos dirigentes de la dictadura tendrán que asimilar la iniciativa privada como respuesta a algunos de los grandes problemas de los cubanos, en sectores como los servicios o las infraestructuras.

Muchos analistas plantean un modelo económico inspirado en el desarrollismo chino, y presidido por un férreo control ideológico. Lo que es de esperar es que ese aperturismo económico acabe redundando en una mayor libertad política. Cuba no es China, y su situación geográfica le enfrenta a la entrada constante de ideas e influencias democráticas. Ahí es donde el régimen totalitario podría empezar a resquebrajarse.

martes, febrero 12, 2008

Ciber-disidencia



La tecnología se ha convertido en un serio problema para los totalitarismos. Internet y las cámaras digitales son hoy el soporte más eficaz para la difusión de ideas, sobre todo para aquellas que tienen que sortear el escrutinio paranoico de los dictadores. La revolución de azafrán birmana supuso la consagración de este nuevo método de denuncia, capaz de atravesar el mundo en cuestión de minutos. En el caso de los monjes, el asunto ocupó portadas durante 10 días antes de desfallecer, víctima de la tiranía de la sobreinformación. Imponerse a la creciente capacidad de nuestra sociedad para deglutir imágenes es complicado, pero la tecnología ofrece la posibilidad de conquistar minutos y páginas en los medios de comunicación. Permite retratar lugares inaccesibles, conocer de primera mano un acontecimiento y publicar la información sin coste alguno. Además, obliga a la comunidad internacional a tomar partido.

La última manifestación de este fenómeno ha sacudido el cobarde aparato de represión castrista. Las quejas de los universitarios ante la visita de uno de los gerifaltes de la dictadura han llegado a los informativos de las televisiones de todo el mundo y a las páginas web. Cualquier ciudadano del mundo libre ha podido ver como algunos valientes empiezan a hartarse de que el reloj de su país esté detenido desde 1959, por capricho de un régimen asesino, capaz de anestesiar las esperanzas de los cubanos. Internautas y telespectadores han constatado la inexistencia de argumentos, el cinismo extremo de un sistema alienante, anacrónico, que esquiva las respuestas porque no hay justificación moral. Admitir que los cubanos son rehenes de una dictadura acorralada, que se resiste a morir y que les condena a la miseria, no es políticamente correcto. Ni siquiera para las tiranías.