
El caso del Reino Unido, donde la presencia islámica es muy importante, evidencia el grado de simpatía de una nada desdeñable porción de la población musulmana inmigrante hacia movimientos fundamentalistas, así como el pobre compromiso con los valores del país de acogida.
Un estudio elaborado en julio por el GfK NOP Social Research señala que aunque el 49 por ciento de los musulmanes reconocen al Reino Unido como su país, un 30 por ciento desea convertirlo en un estado islámico y más de un 45 por ciento cree que el ataque a las Torres Gemelas es producto de un complot americano-israelí. Otro dato espeluznante: el 31 por ciento de los jóvenes musulmanes británicos cree que los ataques del 7J en el metro londinense estaban justificados por la intervención del país en la guerra de Irak.
Según Clifford D. May, presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias, unos 16.000 musulmanes británicos participan en actividades terroristas o las respaldan, y considera que unos 3.000 han pasado por campos de entrenamiento de al-Qaeda.
Y otra opinión. La de Melanie Phillips, periodista británica, que explica en su libro "Londonistan" que la capital inglesa se ha convertido en “la fábrica del terror islamista de Europa, el lugar en el que primero se fraguó al-Qaeda a partir de grupos radicales dispares hasta convertirse en un fenómeno terrorista global".