Con los cadávares de los terroristas suicidas de Casablanca aún humeantes, la red fanática Al Qaeda ha vuelto a sembrar de muerte el Magreb. En dos días el fanatismo terrorista internacional nos ha recordado lo fuerte que se está haciendo al otro lado del Mediterráneo, a escasos kilómetros de la costa de España.
Argelia ha sufrido el último zarpazo del islamo-fascismo, pero el desafío no es local sino que afecta a la libertad de cada uno de nosotros. Es la ventaja de diseñar una franquicia global del horror, bajo la que puede ampararse cualquier grupo de asesinos. La marca "Al Qaeda" es uno de los mayores logros del islamismo terrorista, una estrategia propagandística que actúa como un mazazo contra las sociedades occidentales. Nadie se arriesga a aventurar por dónde se asomará la serpiente de las mil cabezas la próxima ocasión.
Al menos el mensaje debe mantenernos en alerta: Al-Andalus y las plazas de Ceuta y Melilla ha sido marcados como frontera hacia donde extender la dictadura de la muerte.
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