
Paradojas del avance científico.
El poder y quienes lo ostentan siempre han perseguido un objetivo: desentrañar lo que piensa el individuo, para amoldarse a su voluntad o bien para modificarla. La alta tecnologización de nuestro modo de vida nos ha acercado a la sociedad del Gran Hermano, el dictador que todo lo ve y que George Orwell retrató en su novela 1984.
Bases de datos en las que se recoge nuestro código genético, rastros en internet, máquinas capaces de interpretar los pensamientos...La amenaza del terrorismo global ha aumentado la necesidad de blindar nuestras sociedades y controlar exhaustivamente a los elementos sospechosos.
En Gran Bretaña más de 4 millones de cámaras recogen los movimientos de los ciudadanos y es prácticamente imposible escapar a su objetivo. En pocos años, la tecnología de reconocimiento facial será una realidad y los dispositivos vigilarán las calles desde postes o farolas. El mundo imaginado por visionarios como Phillip K. Dick o el propio Orwell asoma a la vuelta de la esquina. La tecnología está al servicio de nuestra seguridad y les pone las cosas muy difíciles a los terroristas. Pero, ¿qué ocurrirá cuando esa maquinaria se emplee para espiar a los ciudadanos, para conocer sus gustos con fines electorales o comerciales?
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